Palacio Masónico de Montevideo
Historia de sus sedes
La Masonería desarrolla sus actividades en locales que cumplen no solo la finalidad de reunión sino también de sedes administrativas.
Esta práctica fue cambiando con el correr del tiempo. En siglo XVIII, nacimiento de la Masonería moderna, las reuniones en Londres se llevaban a cabo en las denominadas ALE HOUSES, lugares de venta de cerveza ALE. Podemos denominarlas tabernas, y las logias generalmente tomaban su nombre del local donde se reunían. La más famosa es “Ganso y Parrilla” (At the Goose and the Gridiron Ale-House), lugar de nacimiento de la Gran Logia de Londres y Westminster el 24 de julio de 1717.
A medida que la Masonería se expandía se usaron los más diversos lugares para las reuniones, en general casas particulares, que se adaptaban momentáneamente como Templo Masónico.
El desarrollo de los aspectos ritualísticos, con ceremoniales de mayor complejidad, requirió que se dispusieran de locales adaptados y dedicados en particular para las actividades masónicas.
Muchas logias comenzaron a alquilar un edificio, que era su sede en la ciudad o zona de la ciudad donde desarrollaban sus actividades. Cuando varias logias unían sus esfuerzos en un solo edificio y este era sede de las máximas autoridades, el edificio tomó el nombre de Palacio Masónico.
En Uruguay, el primer edificio que consta se utilizó para tal fin, en 1857, fueron dos fincas, una por la calle Piedras Nº 187 a la que luego se sumará otra, de mayor tamaño, en la calle de las Cámaras (hoy Juan Carlos Gómez) Nº 36.
La primera de ellas era sede de la Logia Madre Asilo de la Virtud Nº 1 y funcionaba a la vez como secretaría del Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para Uruguay.
Ante la solicitud de otras logias de utilizar el mismo local, se amplió alquilando además de ese inmueble, la casa anexa de la calle de las Cámaras adaptándola interiormente para las actividades masónicas.
El crecimiento de la Masonería en cantidad de logias y en cantidad de miembros junto al desarrollo de la ciudad hizo que se sumaran diferentes locales en la Ciudad Vieja y zonas cercanas. Pero siempre subyacía el anhelo de un local central propio.
La oportunidad aparece unos años después, sobre 1870, primero alquilando y luego comprando un importante edificio para tal fin. Este sería el denominado Hospital Italiano Sardo ubicado en las actuales calles Soriano y Paraguay (por entonces Queguay 277).
Este local tiene una historia muy interesante. Juan B. Capurro, Hermano masón iniciado en 1829, compra el terreno el cual dona al Rey Víctor Manuel I de Cerdeña siempre y cuando este construyera un edificio para la colectividad italiana. La atención de la salud en esa época solo se realizaba en el Hospital de Caridad, actual Hospital Maciel, por lo que el edificio propuesto se construyó para hospital. La construcción se inició en 1853 con el aporte no solo del Rey sino de varios integrantes de la colectividad italiana de la región.
El arquitecto Pietro Fossatti fue el elegido para el proyecto, pero quien le dio sus características al edificio fue el médico y masón Bartolomé Odicini, yerno de Joaquín de la Sagra y Périz, impulsor de actual edificio del Hospital Maciel (de Caridad por entonces), miembro de la Logia Unión y Beneficencia, quien ocupaba en ese momento el cargo de jefe de servicio del Hospital de Caridad. Era además Cirujano Mayor de la Legión Italiana y en ese mismo año fue el fundador de la Sociedad de Medicina de Montevideo.
Las dificultades económicas no pudieron dar continuidad al proyecto y el edificio fue utilizado en 1860 como sede del Liceo Montevideano. Este centro de estudios era dirigido por los masones José M. Cordero y Pedro Andreu.
Luego tendrá otros destinos. De 1863 a 1865 será el Cuartel de las Guardias Nacionales convocadas por el presidente Bernardo Berro; luego, entre los años 1865 a 1870, funcionará como Hospital Brasileño para el servicio sanitario de los heridos de su ejército que combatía en la Guerra del Paraguay.
A la vez se adquiere, el día 12 de noviembre, una casa apropiada a los fines de la Institución, propiedad de Rodolfo Mac Eachen, en la calle Victoria 87, actual Mario Cassinoni 1481.
En este lugar se mantienen deliberaciones, por espacio de tres años, acerca de establecerse allí o buscar un edificio más céntrico, más cercano a los edificios estatales que eran el núcleo de la actividad administrativa y económica del Uruguay de la época y zona de residencia de muchos de los integrantes. La Masonería estaba acostumbrada a estar en los lugares más centrales de la ciudad y este punto le parecía muy distante. Pero prevaleció la opinión de quienes sostenían que, dada la expansión de la ciudad, pronto ese paraje sería también un lugar céntrico.
Luego de una gran asamblea deliberativa, se decide en 1913 adaptar completamente el edifico a los fines de Palacio Masónico.
El sábado 26 de junio de 1915 se consagró el Gran Templo con una ceremonia de Gran Logia al igual que ocurrió oportunamente con los dos templos laterales de menor envergadura. Fueron utilizados los elementos ornamentales originales de los templos de la sede de Paraguay y Soriano.
En dicho edificio no solo tendrán lugar actividades ceremoniales, sino que será además utilizado para veladas musicales y literarias, de las que participarán masones y sus familias, organizándose muchas veces reuniones abiertas a la sociedad.
El edificio cumplirá sus fines con esta estructura hasta la década de 1940, cuando a instancias del Gran Maestro Miguel Serna, el Hermano Arq. Julio Villamajó, integrante de la Logia Filadelfia, propondrá un proyecto que en lo simbólico contó con el aporte del Soberano Gran Comendador del Grado 33, José Mautone Falco.
En ese momento se modifica el diseño del patio con claraboya existente, al ingreso del edificio, que se convertirá en una rotonda dotada de dimensiones ajustadas a números con connotaciones simbólicas.
Estos números-símbolos, de profunda raíz filosófica, hablan de perfeccionamiento como desde siempre lo hizo la denominada geometría sagrada. De igual manera las orientaciones espaciales y geográficas contemplan direcciones astronómicas que iniciáticamente hacen referencia al recorrido de la Luz y las referencias solsticiales.
El diseño geométrico incluye en su diagramado, colores que acompañan y suman a los símbolos referentes al Rito Escocés Antiguo y Aceptado practicado por la Masonería del Uruguay.
Aparece la cúpula con un fenómeno acústico muy particular que impide mantener una conversación en forma privada al hacer reverberar las palabras por todo su interior.
En esta parte del edificio, se construyen los gabinetes de las autoridades y las oficinas administrativas y la biblioteca.
Los siguientes cambios, menores, se llevan a cabo en la década de 1950/60, como la incorporación de elementos de calefacción eléctricos en la Rotonda y en la antesala (Pasos Perdidos) del Gran Templo.
En los últimos años se realizaron importantes obras de restauración y puesta en valor del edificio, así como de ampliación de las instalaciones con la incorporación de otros padrones, concretándose una idea pendiente de concreción desde la década de 1950: la colocación de los símbolos de los 33 grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado en los cristales de las 33 ventanas que iluminan la Rotonda.
En 2019, tras décadas de imaginar cómo serían esas ventanas, las herramientas se retomaron para culminar el mensaje de la Rotonda. Y a su profundo simbolismo de sonidos, formas y colores, se sumaron los símbolos grabados de la filosofía del rito que practican los masones de Uruguay.
Durante el año 2020 se ha llevado a cabo la restauración de mobiliarios y otros elementos simbólicos, más que centenarios, para devolverles el esplendor del día de su inauguración.